Lecciones de la revolución siria



Ghayath Naisse

Ghayath Naisse, miembro de la Corriente de la Izquierda Revolucionaria, habló con Simón Asaf sobre la situación en Siria, los objetivos de los gobiernos extranjeros que están interviniendo en la guerra y las perspectivas de los socialistas en la región.[1]

Simón Asaf: Comencemos con el imperialismo. ¿Qué esperan lograr los gobiernos que están interviniendo en Siria, es decir, Rusia, Arabia Saudí, EEUU y Turquía?

Ghayath Naisse: Siria es un caso muy especial en el que prácticamente todas las potencias imperialistas y regionales están interviniendo en el mismo territorio.

Primero hablemos de la intervención de Rusia y sus aliados. El imperialismo ruso tiene un importante interés geoestratégico en la región. Después de Libia, Siria es ahora el último bastión en el que Rusia ha tenido una presencia militar durante décadas. Tiene la base naval de Tartús, que ha crecido en los últimos años, y una base aérea en Hmeimim, cerca de Latakia. Por tanto, a nivel geoestratégico, si pierde Siria, Rusia se queda sin presencia y sin influencia diplomática en la cuenca mediterránea.

Ese interés concreto se combina con otro más general. Desde el ascenso al poder de Vladimir Putin, Rusia ha tratado de recuperar su lugar entre las grandes potencias, haciendo que las otras potencias imperialistas le reconozcan un lugar entre ellas, por la fuerza si fuera preciso. Eso ha modelado sus acciones en Ucrania y también en Siria.

Para entender al otro “campo” imperialista, compuesto por Estados Unidos y sus aliados, tenemos que empezar viendo que la invasión anglo-americana de Irak en 2003 fracasó y terminó en derrota. La salida de las fuerzas estadounidenses en 2011 fue una muestra contundente del fracaso del imperialismo norteamericano en la región y en Irak en particular. Lo que está pasando ahora con ISIS ha permitido que EEUU vuelva a la región, no solo a Irak sino también a Siria, al menos dentro de los límites de una “intervención de perfil bajo”. Eso significa que no va a desembarcar tropas en el terreno, pero que sí tiene una gran presencia aérea.

Por consiguiente, con el supuesto fin de hacer frente al ISIS, ha habido un retorno de EEUU a Irak. Y a Siria, donde EEUU tenía antes una pequeña presencia diplomática, pero donde ahora está interviniendo directamente. Eso es lo que está en juego para EEUU: su interés en regresar a una región que se había visto obligado a abandonar. Esta es una región importante para EEUU, pues sus aliados, Israel y los estados del Golfo, están amenazados por la extensión de los levantamientos y las revoluciones que barrieron la región.

Parte de la izquierda radical critica la política estadounidense en la región por “no hacer nada”. Pero eso no es verdad. Washington ha intervenido, ha actuado, ha hecho cosas. Su política respecto a Siria ha sido dejar que los diferentes grupos se maten entre sí, por un lado. Pero su objetivo era también destruir las capacidades militares y económicas de Siria, de forma que el régimen —o un futuro gobierno que le sucediera— no pudiera representar nunca más una amenaza para Israel.

Merece la pena señalar que EEUU no adoptó inicialmente una postura firme sobre la revolución siria. Barack Obama pidió que Ben Alí se fuera dos semanas después de que comenzara la revolución tunecina. Hizo lo mismo con Hosni Mubarak apenas una semana después de que se iniciara la revolución egipcia. Pero su primera declaración sobre Bashar al Asad tuvo lugar en agosto de 2011, cinco meses después de que empezara la revolución.

Entre las demás potencias regionales destacan los estados del Golfo, encabezados por Arabia Saudí. En el primer mes de la revolución siria, Riad dio al régimen de Asad tres millones de dólares en concepto de ayuda. Pensaron que el aliento y el radicalismo del levantamiento popular sirio podría suponer un peligro para los regímenes reaccionarios y dictatoriales de la región. Cuando intervinieron fue en contra del régimen, pero también apoyando a grupos islamistas radicales, bien de forma directa o mediante una gran cantidad de organizaciones que están bajo su control. Y también fluyó dinero y combatientes a los grupos extremistas, como Yabhat al Nusra y Ahrar al Sham.[2] Poco a poco, gracias al contrabando de armas efectuado por el Ejército Libre Sirio, estos grupos adquirieron una mayor influencia en términos militares.

Otra cuestión sobre Arabia Saudí es su rivalidad con Irán. Riad ha visto que Irán está ganando influencia en Irak —gracias, por cierto, a la intervención de EEUU— y que sus aliados, Rusia e Hizbolah, están ayudando al régimen sirio.[3] Así, pues, una victoria del régimen y de Hizbolah sobre la revolución siria representaría una amenaza para Arabia Saudí, que vería recortada su influencia en la región. Siria ha sido un aliado de Teherán desde la primera Guerra del Golfo, que enfrentó al régimen iraní y a Sadam Husein.[4] Esa guerra mató e hirió a millones de personas y provocó una gran destrucción en ambos países, con la ayuda de las potencias imperialistas. Irán también está interesado en preservar una zona de influencia que va desde Irak hasta el Líbano, pasando por Siria. Así que Teherán acudió en ayuda a Asad desde el primer momento y fue seguido, tímidamente al principio, por Hizbolah a partir de 2012. En 2013, el líder de Hizbolah Hasran Nasralah dijo que estaban interviniendo en Siria para proteger los lugares sagrados del Islam chiíta contra los takfiríes.[5] En consecuencia, el eje iraní ha formado parte del conflicto sirio desde el principio.

Esta rivalidad ha inflamado el aspecto religioso del conflicto. Por un lado, Arabia Saudí ha ayudado a los islamistas extremistas y, por otro lado, Irán ha intervenido con sus propios eslóganes religiosos. Estos bandos han azuzado un conflicto religioso que no había estado presente en las primeras fases de la revolución siria.

Para Turquía las apuestas son ligeramente diferentes. La cuestión kurda ha sido una pesadilla para el estado turco desde su creación. La población kurda más grande del mundo se encuentra en Turquía. La revolución siria permitió la liberación del pueblo kurdo en Siria y planteó la cuestión de la liberación nacional de los kurdos.

La revolución siria y el aspecto militar del conflicto ha permitido al Partido de Unión Democrática (PYD) kurdo controlar un amplio territorio de Rojava (Kurdistán turco que comprende los tres cantones de Yazira, Kobane y Afrin).[6] Sin embargo, el área controlada no incluye la que se sitúa entre Kobane y Afrin. Si las fuerzas kurdas y sus aliados árabes comunicaran los dos cantones, crearían un territorio autónomo de facto en el norte de Siria. Así que Turquía intervino para impedirlo. Ankara tiene, al menos, dos objetivos: aplastar la aspiración autonomista kurda en Siria, que tiene repercusiones en el interior de Turquía, y asegurarse de que el futuro de Siria no será decidido sin la participación activa de Ankara.

Por último, no podemos olvidar a Israel. A comienzos de 2011, Ehud Barak hizo unas declaraciones reveladoras.[7] Dijo que Siria no debía seguir el camino de Irak. Israel quiere que Siria se debilite económica y militarmente, pero sin que caiga el régimen del Baas,[8] pues esto desestabilizaría el país, representaría una amenaza para Israel y para la estabilidad de toda la región.

¿Cuál es la naturaleza del régimen de Asad?

Históricamente, fue el ejército el que tomó el poder en Siria, en alianza con el Partido Baas y lo que podemos llamar la pequeña burguesía o clase media. Tony Cliff ha explicado cómo, en una situación en la que el proletariado y la burguesía son igualmente débiles, la clase media puede jugar un papel clave en una revolución promovida desde arriba.[9]

Cuando el ejército y el Partido Baas tomaron el poder, representaban a una clase media enfrentada a una burguesía debilitada, sobre todo, por las nacionalizaciones del régimen de Naser y las reformas agrarias en el periodo de la unión de Siria y Egipto, entre 1958 y 1961.[10] La década de los 50 había visto el crecimiento de los comunistas en Siria. La izquierda era fuerte y las movilizaciones de las clases populares representaban un peligro tanto para la burguesía como para el régimen, así que la burguesía eligió la unión con Egipto para tratar de acabar con ese desafío. Se trató de un prolongado periodo de inestabilidad política en Siria, con uno o dos golpes de estado casi al año desde 1949.

El régimen baasista emprendió una serie de reformas —especialmente cuando gobernó el ala radical del partido entre 1966 y 1970— que fueron relativamente positivas y las más radicales de la región. Esto debilitó aún más a la burguesía, hasta el punto de llevarla al colapso.

Hafez al Asad tomó el poder mediante un golpe de estado en 1970 y gobernó durante 30 años. Al principio, jugó un papel relativamente bonapartista.[11] Las viejas formaciones sociales fueron destruidas y el estado ayudó a crear otras nuevas. Como marxistas, sabemos que el estado puede influir en el desarrollo de las clases sociales. El régimen sirio ayudó a forjar una “nueva y vieja” burguesía siria que tenía fuertes vínculos con el estado. Los burócratas de mayor rango se unieron con la vieja burguesía tradicional por medio de vínculos matrimoniales o comerciales. Y gracias a la corrupción, estos burócratas se enriquecieron e invirtieron sus capitales en la economía. Así, poco a poco, el régimen comenzó a romper el monopolio económico del estado, especialmente con el Decreto Número 10 en 1991, que abrió la economía a los capitales privados. Los mismos burócratas corruptos se transformaron a través de sus vínculos con la vieja burguesía, que ya no tenía la misma capacidad para invertir. Inyectaron sus capitales en la economía del sector terciario (construcción, fábricas, turismo) (¡sic!) y a partir de los años 90 se convirtieron en una nueva burguesía vinculada orgánicamente con el régimen de Asad.

Al mismo tiempo, Hafez al Asad supervisaba el reparto, tácito pero rígido, de puestos en el aparato estatal según criterios sectarios y regionales. Por ejemplo, todos sus gobiernos incluyeron a dos drusos, un primer ministro y quizá un ministro de defensa suníes, etc.[12] Y así integró a todas las jerarquías religiosas en el estado. Aunque era ateo, se aseguraba de ser visto rezando en las mezquitas a la manera suní, participando en festividades cristianas y judías. El fruto de esta política de estado ha sido visible en la revolución siria, pues todas las jerarquías religiosas han apoyado al régimen.

La represión impidió el desarrollo de actividades políticas, sindicales o de organizaciones no gubernamentales independientes del régimen. El gobierno encarceló a decenas de miles de opositores y sindicalistas durante muchos años. Uno de mis primos fue encarcelado durante 25 años: entró con 33 años y salió con 58. Se dejaba que la gente se pudriera en la cárcel durante grandes periodos de tiempo. El régimen ejercía un estrecho control sobre la sociedad y había que ser muy valiente para desafiarlo.

Cuando Bashar al Asad heredó el poder de su padre en 2000, alrededor del 11 por ciento de la población vivía por debajo del umbral de la pobreza. Diez años más tarde, era el 33 por ciento. Eso significa que Bashar al Asad aplicó en Siria las políticas neoliberales más severas, más radicales y más monstruosas de la región, peores incluso que las de Marruecos, Egipto e incluso Jordania. Pensó que no tendría oposición ni resistencia. Pensó que había heredado una sociedad que había sido aplastada. Y se permitió el lujo de aplicar políticas sociales que, en un periodo de diez años, dieron como resultado que la mitad de la población está viviendo con dos dólares al día o menos.

¿Cómo ha cambiado la revolución la naturaleza del régimen?

La guerra, las intervenciones, la revolución, el cambio demográfico… han modificado la naturaleza del régimen. En la actualidad se reduce a una milicia de una familia y sus aliados —un grupo que forma el núcleo duro de la burguesía siria—, la milicia de un clan en guerra con el pueblo.

¿Es cierto, como dicen algunos, que la revolución ha quedado subsumida por un conflicto religioso?

Esto solo es cierto en parte. Por un lado, hay grupos islamistas que son sectarios y reaccionarios. Por otro, el régimen utiliza a las milicias chiítas, como la de Hizbolah o las milicias afganas e iraníes. Esto es cierto. Pero solo alcanza a 100.000 o quizá 200.000 personas. ¿Qué representa esto para el pueblo sirio en su conjunto? Déjame hablar, en primer lugar, de mis experiencias.

He estado en Siria varias veces en estos años. No he notado ninguna hostilidad sectaria o religiosa. Además, varios camaradas han salido de Siria en los últimos meses. Para ello, han tenido que atravesar zonas controladas por los islamistas, y algunos de estos camaradas son de minorías religiosas que, supuestamente, los islamistas suníes no aprueban. Pero no tuvieron problemas. No fueron decapitados. La gente decía: “Sois hermanos nuestros”. Uno de estos camaradas pasó dos meses en esta zona antes de poder pasar a Turquía.

La verdad es que si se tratara de un conflicto religioso, habríamos visto masacres sectarias sin cuento. Sí ha habido algunas masacres sectarias, cometidas primero por el régimen y luego por algunos grupos islamistas. Pero han sido esporádicas y de escala reducida. Hasta este momento, en Siria se han producido 600.000 muertes. El número de muertos en conflictos religiosos ha sido quizá de 1.100. No hemos visto ninguna masacre en pueblos alauitas, no hemos visto gargantas cortadas por miles, no hemos visto cosas de este tipo.[13] Hemos visto incidentes. Pero, en general, la gente no es espontáneamente sectaria. En la región controlada por el régimen, hay personas desplazadas procedentes de toda Siria. Solo en Latakia hay un millón y medio, suníes y no suníes, que viven entre alauíes, en un momento en que los soldados alauitas están muriendo a mansalva. ¿Has oído que los suníes estén siendo masacrados? No, porque eso no ha pasado. Hasta el momento, la gente normal no se ha convertido en monstruos sectarios.

Decir que esto se ha convertido en un conflicto religioso y que no hay nada que podamos hacer sobre ello es una excusa fácil para abdicar de toda responsabilidad de solidaridad con la lucha del pueblo sirio. No, hay un aspecto religioso en lo que está pasando, como hay otros aspectos, pero la tendencia subyacente, la base de todo, es una revolución popular, que ha tenido altibajos, puntos de inflexión, intervenciones imperialistas y una guerra de tierra quemada por parte del régimen. Se ha producido una retirada del movimiento popular, pero no podemos decir que todo haya terminado.

¿Qué está pasando en la actualidad con las fuerzas de la revolución y los diferentes grupos armados?

En primer lugar, echemos un vistazo al Ejército Libre Sirio, del que tanto oímos hablar. Muchos observadores cometen el error de considerar que se trata de un ejército organizado y que tiene una estructura de mando. En realidad, es una etiqueta genérica que cubre diversos fenómenos. Para entender lo que es, tenemos que echar la vista atrás y ver cómo se formó. Con la militarización del levantamiento, desde la segunda mitad de 2011 en adelante, comenzamos a observar que estaban teniendo lugar dos fenómenos.

Por un lado, algunas de las personas que estaban protestando y siendo disparadas como pájaros por los soldados del régimen decidieron tomar las armas y protegerse. Eran personas que llevaban armas para proteger las manifestaciones. Al mismo tiempo, se estaban produciendo deserciones en las filas del ejército. A finales de 2011 y, especialmente, en 2012 habían desertado con sus armas entre 20.000 y 30.000 soldados. A partir de estos fenómenos se creó el Ejército Libre Sirio.

Era algo muy parecido a lo que llamamos las coordinaciones. En cada barrio, cada pueblo, en cada aldea, la gente se organizaba y creaba coordinaciones que convocaban manifestaciones, decidían la ruta y los eslóganes de las mismas, estudiaban las vías de escape en caso de que las fuerzas del régimen aparecieran y organizaban el tratamiento y la evacuación de los heridos. Esto era un fenómeno local. Y esa era su fortaleza y su debilidad. Era su debilidad porque carecían de una red que se coordinara a nivel nacional. Pero también les permitía sobrevivir más tiempo: era muy difícil para el régimen aplastar algo tan localizado y múltiple.

De forma similar, el Ejército Libre Sirio fue realmente una combinación de desertores y gente corriente que tomó las armas en sus áreas locales. Había poca coordinación entre ellos. Las potencias regionales también ayudaron, pero sustancialmente fue un fenómeno realmente popular. Y también aquí su localismo fue su fortaleza y su debilidad. Ahora hay en Siria 3.000 “grupos armados”, además de las grandes organizaciones islamistas, que están realmente mejor organizadas, pero el fenómeno fue algo mucho más amplio en su momento álgido.

¿Quiénes estaban en Al Zabadani, que tuvieron que ser evacuados?[14] ¿Habéis oído hablar de ellos? Eran gente corriente de las áreas rurales de los alrededores de Damasco. Era el Ejército Libre Sirio. Eran unos pocos grupos locales que, aquí y allí, se defendieron cuando fueron arrojados a las manos de Yabhat al Nusra. El régimen fue inteligente al entregarlos a Al Qaeda: eso les permitió decir que solo Al Qaeda e ISIS combatían al régimen y que Al Qaeda tenía que ser destruida.

El fenómeno de la resistencia popular no ha tenido, en realidad, ningún apoyo de las potencias regionales, porque el pueblo en armas es algo muy peligroso para ellas. Apoyan a unos pocos grupos, cuidadosamente seleccionados y financiados.

Además, tenemos a las fuerzas kurdas, el PYD y sus Unidades de Protección Popular, que tienen una larga experiencia de décadas de lucha guerrillera contra el estado turco en las montañas. Este era el único partido kurdo con su propia milicia armada. Con la retirada del régimen de algunas áreas del norte de Siria en 2012, estas fuerzas —vinculadas con el PKK— se apoderaron rápidamente de ellas y consolidaron su presencia militar. Esto tuvo lugar a partir de julio de 2012 y fue seguido de una dinámica de autoorganización y de la creación y desarrollo de unidades de protección femeninas. El año pasado, se aliaron con algunos batallones del Ejército Libre Sirio para formar la Fuerza Democrática Siria, una coalición kurdo-árabe o árabe-kurda en el norte de Siria. Nosotros estamos llevando a cabo un diálogo fraternal con parte de este agrupamiento en particular, una alianza nacionalista democrática que agrupa a asirios, turcomanos y árabes, con presencia en el norte y oeste de Alepo.[15]

Y, por último, tenemos a los grupos islamistas más poderosos. Si dejamos aparte al ISIS —porque es un fenómeno distinto—, hay dos grupos más destacados. Uno de ellos es Ahrar al Sham, una milicia islamista que quiere un régimen salafista, yihadista, pero con una peculiaridad: no quiere imponer el estado islámico de inmediato, sino en algún momento en el futuro; mientras tanto, llaman a la gente para que se acerque al islam. Y está, también, Yabhat Fatah al Sham, anteriormente Al Nusra. Es la fuerza más poderosa y tiene una importante presencia militar al norte de Alepo, en Alepo mismo y alrededor de Idlib. En Damasco y sus alrededores está también Yaish al Islam, una milicia que es una especie de feudo de la familia de Zahran Alush, que fue asesinado por los rusos en 2015.

¿Qué está pasando en el sur, en torno a Daraa?

La región de Daraa tiene una característica: geográficamente, es una ratonera. Los grupos que están allí solo tienen dos opciones. Si el régimen jordano abre la frontera, pueden tomar un respiro; pero si cierra la frontera, están atrapados entre el régimen sirio y Jordania. Esta característica geográfica les hace muy sensibles a las políticas fronterizas del régimen jordano.

Muchos batallones del Ejército Sirio Libre se han visto empujados, por la necesidad de apoyo, armas, municiones y atención médica para los heridos, a depender de Jordania. Ahora mismo, Jordania no quiere una guerra y está evitando tomar parte. Así que estos grupos no puede hacer realmente mucho más, o serán aplastados.

¿Todavía existen los comités populares formados durante la revolución? ¿Qué están haciendo?

Lo que caracterizó a la revolución siria fue que creó comités de autoorganización. Eran las coordinadoras locales de las que ya hemos hablado y, a partir de 2012, lo que se denominó consejos civiles o consejos locales, órganos de autoadministración para la vida cotidiana. En 2011, 2012 y parte de 2013, esto fue un fenómeno masivo. Allí donde el régimen no estaba presente —e incluso en algunos lugares donde sí lo estaba— se crearon estas dos estructuras de autoorganización y autoadministración.

Pero en 2013 se produjo, por un lado, el avance de ISIS y los grupos islamistas reaccionarios y sectarios y, por otro, una violencia del régimen sin precedentes. Este fue el momento en que comenzó a aplicarse de forma salvaje la guerra de tierra quemada, con la destrucción de infraestructuras y edificios. Fue entonces cuando crecieron las oleadas de refugiados sirios. Y fue, también, el momento en que los consejos y las coordinadoras se debilitaron, sus activistas murieron, fueron desplazados o refugiados. Es por eso que hablamos del avance de la contrarrevolución a partir de 2013 y, con ello, la retirada del movimiento popular.

Pero retirada no es lo mismo que desaparición.

Hoy, hace apenas una hora, ha habido una manifestación popular en la ciudad de Zakieh, cerca de Damasco. Todavía hay coordinadoras, aunque debilitadas. El movimiento popular no está muerto. Cada vez que las armas callan, los movimientos populares vuelven a emerger. Vemos esto a pesar de la destrucción, de la guerra, de las masacres, a pesar de los desplazamientos y el éxodo.

Eso sigue existiendo hoy, pero es muy débil. Nosotros participamos en algunos comités de coordinación en condiciones muy difíciles y hay todavía algunos consejos locales activos. Aunque las organizaciones del movimiento han sido severamente debilitadas, todavía sobreviven.

Esta es la gran cuestión: ¿qué hay que hacer? ¿Cuál es la estrategia de la izquierda revolucionaria en Siria?

La perspectiva a corto plazo de nuestra organización socialista revolucionaria en Siria, la Corriente de Izquierda Revolucionaria, conlleva varias tareas. Evidentemente, tenemos que sobrevivir, conservar la fuerza que tenemos y reclutar nuevos activistas. Segundo, tenemos que participar en todas las luchas que tienen lugar, en las coordinadoras y en los consejos que han sobrevivido. Dondequiera que haya una lucha, cualquiera que sea su condición, tenemos que tomar parte en ella. Por muy difíciles que sean las condiciones, nuestra tarea es participar en las luchas mientras construimos el partido. Nuestro periódico se hace en Siria. Tiene algunos errores de impresión, faltas de ortografía y una redacción deficiente. ¿Y qué? Lo importante es que los activistas están allí, no como nosotros en el exilio, y que están escribiéndolo y difundiéndolo. Es una experiencia de aprendizaje en condiciones en las que la electricidad es algo raro.[16]

Además, tenemos que crear un frente unido, reunir a todas las fuerzas de la izquierda y todas las fuerzas democráticas y revolucionarias de Siria. Esto podría representar un polo alternativo al de la oposición burguesa, el régimen y sus aliados o los extremistas islamistas. Hemos dado algunos pasos en esa dirección, a pesar de las dificultades. Hemos anunciado un acuerdo de cooperación con la Alianza Democrática, que agrupa a varios partidos, incluidos los viejos partidos comunistas. Necesitamos este frente para influir en lo que está pasando hoy y a largo plazo. Para nosotros, es importante que nos preparemos para el periodo que se avecina. El actual estado de cosas no puede durar siempre. Llegará un momento en que la guerra y las bombas terminarán, y tenemos que estar preparados para ese momento. Necesitamos arraigarnos en la población, en las clases populares. Necesitamos estar con ellas para asegurarnos que el futuro de Siria no sea decidido por las potencias regionales o imperialistas ni por la burguesía siria.

La creación de ese equilibrio de fuerzas comienza hoy. Así que estos son los tres “pies” en los que se basa nuestro trabajo: participar en las luchas de las masas, construir el partido y formar un frente unido de fuerzas democráticas. Naturalmente, también difundimos nuestros eslóganes: “Ni Washington ni Moscú, ni Riad ni Ankara ni Teherán”. Hay que educar a la gente, enfatizar que la solución no vendrá de aquellas potencias, sino del mismo pueblo sirio, que es quien debe decidir su propio destino. Y hay que presionar a la oposición burguesa, que está negociando con el gobierno, para que no acepte una continuación del régimen con unos pocos ajustes y algunos puestos para ellos.

Tenemos que ahondar en las luchas de las masas sirias para conseguir un cambio social y político más profundo y democrático. Esa será una lucha muy larga, así que tenemos que construir nuestras fuerzas para seguir peleando.

¿Eres optimista o pesimista?

Soy muy optimista, contrariamente al sentir general. La pelea es muy difícil. Pero nuestra revolución dura ya seis años. ¿Qué lecciones han proporcionado esos seis años?

Primero, que podemos rebelarnos, que el régimen no puede simplemente aplastar la voluntad popular, da igual lo que lance contra ella y los aliados que encuentre. Algo se ha roto en el régimen. Algo ha terminado. Si los norteamericanos y los rusos y todos los demás nos imponen una situación en la que sigan gobernando Bashar al Asad y su clan, no podrán hacerlo como antes.

El régimen sobrevive con una base “lealista” compuesta por más de diez millones de personas, casi la mitad de la población, que están bajo su control. Pero esas personas odian al régimen. Su vida cotidiana es un martirio. Hay grandes manifestaciones contra el régimen y la familia Asad. Habrá grandes explosiones y es en ese medio donde se producirán, donde el régimen cree que es más estable. Los días en los que alguien podía dominar al pueblo sirio diciendo “cierra la boca, haré lo que yo quiera” han terminado.

Luego está la lección de la experiencia. Hace mucho tiempo, si eras uno de los “viejos” socialistas revolucionarios y querías hablar del socialismo, podías decir que queríamos un estado obrero basado en consejos de obreros y campesinos y todo eso. La gente hacía preguntas y tú podías decir: esto ha sucedido, al menos durante cierto tiempo, en Alemania, Hungría y, especialmente, en Rusia. Podías decir todo eso, pero estabas hablando de experiencias muy lejanas en el tiempo. Ahora es todo mucho más fácil. La autoorganización es algo que la gente comprende debido a las coordinaciones. El pueblo sirio, sin haber leído a Marx, Lenin o Trotsky, ha hecho eso en sus propias luchas. Así, cuando hablamos de consejos de obreros y campesinos, lo entienden porque lo han hecho. Es su propia experiencia.

La tercera lección se refiere a las fuerzas islamistas. Solían decir que el islam es la solución. Esa hipótesis está agotada en Siria. La gente ha visto lo que pasa cuando las fuerzas religiosas islamistas imponen su modelo de gobierno. Ese argumento se ha puesto a prueba y ha fracasado.

Solo queda el socialismo. Depende de nosotros. Creemos que es la única solución, la más humanista y la más igualitaria para el pueblo sirio y todos los demás. La lucha continúa.

Ghayath Naisse es un destacado miembro de la Corriente de Izquierda Revolucionaria, una organización socialista revolucionaria siria. Simón Asaf es un veterano miembro del Partido Socialista de los Trabajadores y del Foro Socialista del Líbano (Al Muntada al Ishtiraki).

Este artículo fue publicado originalmente en Interview: Lessons of the Syrian Revolution, International Socialism nº 153, 18/12/2016


  1. Gracias a Dave Sewell por su trabajo en la transcripción de esta entrevista.  ↩

  2. Yabhat al Nusra fue la organización siria de Al Qaeda, que posteriormente rompió con esta y pasó a llamarse Yabhat Fatah al Sham al Islamiya. Ahrar al Sham es otra milicia islamista, actualmente aliada con Yabhat al Fatah al Sham.  ↩

  3. Hizbolah es una milicia islamista chiíta y un partido político libanés.  ↩

  4. La guerra entre Irán e Irak de 1980–1988.  ↩

  5. Takfirí es un término árabe despectivo para aquellos musulmanes que acusan a otros de ser infieles. A menudo se utiliza para describir a grupos como ISIS.  ↩

  6. El Partido de Unión Democrática es un partido kurdo del norte de Siria aliado con el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), la principal organización kurda en Turquía.  ↩

  7. Barak fue primer ministro de Israel y ministro de defensa entre 2007 y 2013.  ↩

  8. El Partido Baas, al que pertenece el presidente Bashar al Asad, ha sido el partido gobernante sirio desde el golpe de estado de 1963.  ↩

  9. Esta es una referencia a la teoría de Tony Cliff sobre la revolución permanente deformada, detallada en un panfleto del mismo nombre y disponible en http://www.marxists.org/archive/cliff/works/1963/xx/permrev.htm  ↩

  10. Anne Alexander escribió sobre el líder egipcio Gamal Abdel Naser en el número 112 de esta revista: http://isj.org.uk/suez-and-the-high-tide-of-arab-nationalism  ↩

  11. El término “bonapartista” deriva del análisis que Karl Marx hizo del régimen de Louis Napoléon Bonaparte en Francia, que tomó el poder mediante un golpe de estado cuando las fuerzas sociales enfrentadas por las revoluciones de 1848 quedaron exhaustas.  ↩

  12. Los drusos son una minoría religiosa que habitan principalmente en Siria, Líbano e Israel.  ↩

  13. Los alauíes, entre los que se encuentran la familia Asad, son miembros de una rama del islam chiíta y viven principalmente en Siria y Turquía.  ↩

  14. Al Zabadani es una pequeña ciudad de la frontera con Líbano.  ↩

  15. Los asirios y los turcomanos son minorías de la población siria.  ↩

  16. La Corriente de Izquierda Revolucionaria se creó en octubre de 2011 y publica una revista mensual llamada Frontline.  ↩

Traducción: Javier Villate

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