La nueva estrategia militar de Obama

Charles Davis y Medea Benjamin

Publicado originalmente en: Obama's Pentagon Strategy: A Leaner, More Efficient Empire, AlterNet, 9/01/2012



En una era en la que el poder de EEUU puede proyectarse por medio de ejércitos mercenarios y aviones Predator teledirigidos, el ejército de EEUU ya no necesita depender de grandes cantidades de tropas terrestres convencionales para perseguir sus objetivos imperiales, un hecho que el presidente Barack Obama acaba de reconocer. Pero no nos equivoquemos: aunque la táctica esté cambiando, el contribuyente estadounidense —y los pobres del extranjero— seguirán cargando con exagerados presupuestos militares y políticas militaristas.

En un discurso pronunciado el 5 de enero, junto a su secretario de Defensa Leon Panetta, Obama anunció un cambio en la estrategia militar, un cambio que pone el énfasis en las campañas aéreas y las guerras a través de intermediarios, frente a "la construcción de naciones a largo plazo con grandes contingentes militares" del pasado. Para algunos expertos y políticos, esto es un cambio tectónico.

Más aún, para algunos de la izquierda, la estrategia marca una ruptura radical con el status quo imperial. "Obama ha repudiado la política de guerra eterna de la década pasada", ha dicho Michael Hastings, reportero de ROLLING STONE, antes de añadir que la nueva estrategia representa "una bofetada en la cara a los generales".

Mientras tanto, los halcones conservadores declararon, como era de prever, que el cielo se estaba hundiendo. "Esto es un adelanto de una estrategia timorata para un EEUU rezagado", dijo el republicano Buck McKeon, presidente del Comité de Servicios Armados del Congreso. "Esta estrategia consolida el declive de EEUU a cambio de más programas domésticos fracasados". En el mundo de McKeon, es preferible alimentar la maquinaria de guerra que alimentar a los pobres.

Pero, lamentablemente, en lugar de renunciar al imperio y a la guerra eterna, la nueva estrategia militar de Obama reafirma el compromiso de EEUU con ambos. En lugar de renunciar a la última década de guerras, ha dicho que las sangrientas y desastrosas ocupaciones de Irak y Afganistán —denominadas eufemísticamente "operaciones prolongadas"— tuvieron como objetivo "traer la estabilidad a esos países".

Y Leon Panetta aseguró a los ciudadanos norteamericanos que, a pesar de los cambios, EEUU sería capaz de librar dos grandes guerras al mismo tiempo... y ganarlas. Y Obama garantizó a los contratistas del ejército estadounidense y a los fabricantes de ataúdes que su sustento (el dinero de los contribuyentes) seguiría fluyendo a manos llenas.

"Durante los próximos diez años, el crecimiento del presupuesto de defensa se ralentizará", dijo el presidente a los periodistas, "pero el quid de la cuestión es que seguirá creciendo". De hecho, añadió con un toque de orgullo, "será mayor de lo que era hacia el final de la administración Bush", totalizando más de 700.000 millones de dólares anuales y representando alrededor de la mitad de los impuestos sobre la renta del estadounidense medio. He aquí en qué ha quedado la prometida reducción del presupuesto del Pentágono. Tan es así que los parlamentarios están tratando de recortar aquellos "programas domésticos fracasados".

Estados Unidos podría reducir su presupuesto militar a la mitad mañana mismo y todavía sería más de tres veces mayor que el de su rival más cercano, China. Esto es así porque China, en lugar de librar guerras por todo el mundo, prefiere proyectar su poderío invirtiendo en su propio país. Por otra parte, bajo la dirección de Obama, EEUU está reforzando su presencia militar en el patio trasero de China, interesándose más en exhibir su menguante poder que en reconstruir su economía.

El presidente Dwight D. Eisenhower señaló en una ocasión que cada dólar que iba al ejército era un dólar que no podía emplearse para proporcionar alimentos y vivienda a los más necesitados. La obscena cantidad de gastos militares hoy no sería necesaria si el gobierno se limitara a perseguir el pintoresco objetivo de defender al país de una eventual invasión. ¿Es el objetivo de Obama mantener "el ejército mejor entrenado y equipado de la historia", tal como ha dicho? Bien, esa es otra historia. De hecho, como observó Madeleine Albright, tener esa potencia militar no es divertido si no es para usarla, como Obama ha hecho con gusto en Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalia, Libia y Uganda.

Lo cierto es que la "nueva" estrategia militar de la administración Obama es más de lo mismo: una reafirmación del compromiso del gobierno de Washington con el militarismo y todos sus habituales argumentos, a saber, promover la hegemonía de EEUU en el mundo y, por extensión, los intereses de los capitales políticamente influyentes. Y las autoridades norteamericanas no son precisamente tímidas en eso.

De hecho, a lo largo del documento sobre la estrategia, el ostensible objetivo de tener un ejército —para proporcionar seguridad nacional— es precedido por la promoción de los intereses económicos de la elite estadounidense que se beneficia del imperio. Por ejemplo, el reposicionamiento de las fuerzas norteamericanas "hacia la región del Pacífico asiático" —incluyendo el estacionamiento de soldados estadounidenses en ese semillero de extremismo violento, Australia— es presentado no solo como un medio para asegurar la paz y la estabilidad, sino para asegurar, también, "el libre flujo del comercio". No es necesario mantener un imperio global de bases militares desde Europa hasta Okinawa para la autodefensa, pero sí, según Obama, para garantizar, con armas, "la prosperidad que fluye de un sistema económico internacional libre y abierto".

Por supuesto, el hecho de que las consideraciones económicas modelen la política exterior norteamericana no es algo nuevo. Hace más de 25 años, el presidente Jimmy Carter declaró, en un discurso sobre el estado de la nación, que la fuerza militar de EEUU sería utilizada en el Golfo Pérsico no por la causa de la paz, la libertad y el pastel de manzana, sino para asegurar "el libre movimiento del petróleo de Oriente Medio". Así es la vida.

Lejos de afectar al cambio, Obama está garantizando la continuidad. "La política de EEUU pondrá el énfasis en la seguridad en el Golfo", declara su nueva estrategia militar, con el fin de "impedir que Irán fabrique armas nucleares y contrarrestar sus políticas desestabilizadoras" (como si fuera Irán quien está desestabilizando la región). Y mientras Obama proclama públicamente su apoyo a las "reformas políticas y económicas" en Oriente Medio, al igual que cualquier otro presidente de EEUU, respalda no tan públicamente a los opresores, desde Bahréin a Yemen, y termina firmando la mayor venta de armas de la historia a ese bastión de la democracia que es Arabia Saudí.

Obama puede hablar todo lo que quiera sobre pasar la página de una década de guerras y ocupaciones, pero mientras siga iniciando guerras y ocupando militarmente países al otro lado del globo, todo eso no es más que cháchara. Los hechos, tristemente, son estos: desde que ocupó la Casa Blanca, Obama duplicó el número de soldados en Afganistán, luchó para extender la ocupación norteamericana en Irak (y tuvo éxito en parte), incrementó drásticamente el uso de aviones no tripulados para matar desde Pakistán a Somalia, y defendió presupuestos militares que harían ruborizarse al mismísimo George W. Bush. Si quieres ver cuál es realmente su estrategia militar, olvida todo lo dicho en las conferencias de prensa y las retóricas notas de prensa del Pentágono. Simplemente, mira los hechos.


Medea Benjamin (medea@globalexchange.org) es cofundadora de CODEPINK: Women for Peace y Global Exchange. Charles Davis es un periodista independiente, con sede en Nicaragua. Sus reportajes y comentarios sobre la guerra contra el narcotráfico y la política exterior de Occidente hacia el mundo en desarrollo han sido publicados por medios como Inter Press Service, AlterNet y Common Dreams. Para saber más, visita su sitio web.

Traducción: Javier Villate

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