Crecen las desigualdades en el mundo

Guppi Bola

Publicado originalmente en: Who got left behind? How rising inequality is affecting countries across the G20, openDemocracy, 21/01/2012

No hay duda de que el movimiento Ocupemos ha tenido un papel importante en el hecho de que las desigualdades sociales estén siendo tema de discusión política. Al mismo tiempo, la preocupación por la crisis financiera ha animado a los economistas a hablar de las grandes desigualdades sociales como la mayor amenaza para el crecimiento económico. Estas palabras no fueron pronunciadas en la periferia del Zuccotti Park; se escucharon en el lanzamiento del Informe sobre Riesgos Globales 2012, una semana antes de la reunión del Foro Económico Mundial. Incluso eminentes instituciones globales, como el G-20, han promovido el crecimiento incluyente para abordar las desigualdades; pero por las razones que sean, la necesaria respuesta política ha sido muy escasa. En la actualidad, en los países de la OCDE, el ingreso medio del 10 por ciento más rico de la población es aproximadamente nueve veces mayor que el del 10 por ciento más pobre, es decir, una relación de 9 a 1.

Un nuevo informe de Oxfam, Left behind by the G20, arroja luz sobre la forma en que el G-20 se está quedando atrás en la lucha contra las desigualdades. A pesar de considerarse a sí mismos como baluarte del liderazgo económico global, 14 de los 18 países del G-20 han visto cómo las desigualdades han crecido desde 1990, a pesar del crecimiento económico experimentado. En realidad, solo Brasil, Argentina, México y Corea han reducido las desigualdades en las dos últimas décadas, lo cual significa que las desigualdades crecieron en todos los países de elevados ingresos del G-20, con la excepción de Corea. Es obvio que algo no marcha bien y que los pobres siempre se quedan atrás.

En 2009, el economista jefe del Banco Mundial Justin Lin dijo que la crisis global es una oportunidad no solo para identificar nuevas áreas de investigación sobre la manera de ayudar a los países desarrollados y en desarrollo a abordar los desafíos de la crisis y prevenir crisis similares en el futuro, sino también sobre cómo lograr un crecimiento sostenible e incluyente en todos los países. La sugerencia, por tanto, es que no es suficiente poner el énfasis en el crecimiento. El G-20 ha puesto toda su influencia para promover un crecimiento compartido y una reducción de la brecha en el desarrollo, pero no se ha conseguido sacar a la gente de la pobreza.

¿Por qué sucede esto? El primer paso es comprender por qué ignorar las desigualdades es una barrera al crecimiento mismo. Propuestas para reducir las desigualdades se expusieron en The Spirit Level, un interesante tratado sobre el tema. La desigualdad —de muchas clases diferentes, no solo la desigualdad de ingresos— está vinculada con instituciones públicas más débiles y menos controladas por los ciudadanos, el malestar social, la delincuencia y niveles más bajos de salud y bienestar. Las actuales protestas de los indignados son un buen ejemplo del descontento popular con las desigualdades crecientes y, en especial, con la forma en que las desigualdades de riqueza y poder se refuerzan mutuamente: parece que la gente ya no está dispuesta a aceptar las desigualdades como algo inevitable. El informe de Oxfam ha encontrado evidencias de que no existe ninguna relación entre estadios concretos del desarrollo y cambios en los niveles de desigualdad, arrojando dudas sobre el argumento de que la desigualdad es un estadio inevitable en el camino del desarrollo.

El informe estudia las relaciones entre la reducción de la pobreza, la desigualdad y el crecimiento, basándose en modelos del Banco Mundial y de la ONU, para examinar los efectos potenciales de las desigualdades sobre la pobreza en tres países del G-20: Brasil, México y Sudáfrica. Los resultados son alarmantes. En Brasil, con un crecimiento modesto, la desigualdad de ingresos cayó de forma importante y casi 12 millones de personas han escapado de la pobreza absoluta. Si se sigue luchando contra la pobreza en Brasil, para 2020 otros cinco millones de personas, que en la actualidad ingresan un dólar al día, podrían salir de la pobreza. En México, si se reducen las desigualdades, podría reducirse la pobreza absoluta en más de tres cuartas partes. Sin embargo, si se deja que la desigualdad crezca en Sudáfrica al ritmo de los últimos tiempos, esto podría hundir en la pobreza extrema a un millón de personas más, aunque crezca la economía. Esto plantea serias cuestiones sobre el deseo de los líderes mundiales de promover la austeridad, seguida de crecimiento, como la respuesta a nuestros problemas económicos mundiales.

Tenemos, pues, una clara y sólida argumentación contra la suposición popular de que el crecimiento económico beneficiará a todos. Este informe muestra que, incluso con un crecimiento vigoroso, es posible que sectores de la población de un país permanezcan sumidos en la pobreza, a menos que los gobiernos inviertan en políticas que promuevan la reducción de las desigualdades: por ejemplo, servicios públicos esenciales como salud y educación, y una política fiscal progresiva que reequilibre algunas disparidades de ingresos y ayude a que los gobiernos sean más responsables ante los ciudadanos. Lo que está claro es que si el G-20 quiere estar a la altura de sus compromisos sobre crecimiento compartido y sostenible, debe poner en práctica ya lo que predica y hacer frente a estos retos de las desigualdades y la sostenibilidad.


Guppi Bola es investigadora y activista en temas relacionados con las desigualdades globales en salud y atención sanitaria. Es cofundadora de Healthy Planet y ha colaborado en la creación de Youth Climate Coalition en Reino Unido.

Traducción: Javier Villate

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