¿Está Irak al borde de la guerra civil?

Patrick Cockburn

Publicado originalmente en: Iraqis On Edge as Americans Leave, Counterpunch, 5/12/2011




Los iraquíes están preocupados. Los últimos soldados estadounidenses abandonarán el país en los próximos días y están esperando a ver cómo les va a afectar la lucha por el poder en Siria. "Tenemos miedo del futuro", dijo un empresario de Bagdad. "Estamos importando productos para dos meses como máximo, y no seis meses, como es lo habitual".

El nerviosismo de los iraquíes está provocado, en parte, por los recuerdos de los años traumáticos de 2003-2009, cuando decenas de miles fueron masacrados. Muchos fueron víctimas de asesinatos de "identidad". Cuando un suní o un chií quedaba atrapado en el control equivocado o en la zona equivocada, era normalmente asesinado.

Hoy Bagdad está tranquila si la comparamos con el inmediato pasado, pero los viejos temores apenas están semienterrados bajo la superficie. No todas las razones de la ausencia de enfrentamientos sectarios son alentadoras. Una periodista dijo: "Ahora hay menos asesinatos sectarios, en parte porque hay menos áreas mixtas [de suníes y chiíes] en Bagdad".

¿Podría estallar de nuevo la guerra civil? ¿Cuál es el grado de debilidad del destartalado gobierno de coalición de chiíes, suníes y kurdos dirigido por el primer ministro Nuri Al Maliki? Los líderes iraquíes con los que hablé me dijeron que la capacidad de mantener el actual acuerdo de coalición gubernamental es, en su opinión, mucho más importante para la estabilidad del país que cualquier amenaza a la seguridad por parte de Al Qaeda tras la retirada de las tropas norteamericanas. "Los líderes se comportan como adversarios, aunque estén en el mismo gobierno", dice el Dr. Mahmud Othman, un parlamentario kurdo independiente. "Sería mejor tener un gobierno y una oposición, pero nadie en Irak se siente lo bastante seguro para estar en la oposición".

A pesar de este estado de ansiedad, Bagdad es menos peligrosa ahora que en 2009, e infinitamente menos que en 2007, cuando aparecían cada mes más de mil cadáveres en la ciudad. Hay menos puestos de control y, por tanto, menos atascos de tráfico, que solían crear una parálisis permanente. Están abiertas más tiendas y están abiertas más tiempo en áreas previamente devastadas. Algunos de los muros de cemento que serpentean por la ciudad están siendo demolidos. Las principales carreteras que comunican la capital con Jordania, Mosul, Nayaf y Basora están abiertamente y son relativamente seguras. El suministro de electricidad ha mejorado, me dijo una mujer: "Todo marcha bien. Tenemos cinco y, a veces, siete horas de suministro al día, aunque, naturalmente, no es tan bueno en verano".

Las mejoras son comparativas y la violencia no ha desaparecido. Cuatro horas después de que llegara al Hotel Al Rashid en la Zona Verde, explotó una bomba a unos doscientos metros de distancia en un coche que formaba parte de un séquito oficial, cuando entraba al aparcamiento del parlamento. Mató al menos a una persona, hirió a varias y fue atribuido, al principio, a un cohete Katiusha, luego a un suicida y, finalmente, a una bomba colocada en la Zona Verde cuyo objetivo era asesinar a Al Maliki. Poco antes, un atacante suicida estrelló su vehículo en las puertas de una prisión en Tayi, al norte de Bagdad, matando a 18 personas.

El resto del mundo se ha acostumbrado a la violencia de Irak, pero también, aunque en menor medida, los iraquíes. Hoshyar Zebari, ministro de Relaciones Exteriores, dijo: "Esta última bomba tenía unos 2,5 kilos de explosivos, mientras que en 2009 el Ministerio de Asuntos Exteriores fue reducido a escombros con una bomba que tenía 2,5 toneladas de explosivos".

Sin duda, la comunidad controla Bagdad. Los puestos de control que hay en la carretera del aeropuerto y en la Zona Verde están decorados con carteles chiíes y banderas de preparación de la ashura, día de duelo y celebración chií. Conduciendo por Abu Nawas, junto al Tigris, una calle que tradicionalmente ha albergado restaurantes y lugares de ocio, vi que un club nocturno estaba levantando un retrato gigantesco del mártir chií festejado en esta celebración, el imán Husein, y banderas negras. Desde 2006-2007, cuando la mitad de la población suní fue obligada a salir y desplazarse a un enclave en el suroeste de la capital, Bagdad se ha convertido en una gran ciudad chiita.

Sin embargo, por más que uno intente no ser demasiado severo en sus juicios y tener en cuenta el legado de 30 años de guerras, guerra civil y sanciones, los fracasos y la inercia del gobierno son bastante notables. Por ejemplo, los soldados y los policías de los puestos de control siguen utilizando un detector de explosivos con dos puntas de metal que es completamente inservible y no tiene ninguna fuente de energía. Se sabe desde hace mucho tiempo que este detector fue comprado por diez millones de dólares, cuando su fabricación cuesta tan solo unos pocos dólares. Su pieza de tecnología más sofisticada es un chip utilizado en las cajas registradoras de los supermercados. A pesar de esto, tres años después de que se desvelara el fraude, todavía puede verse a soldados que utilizan estos detectores.

La novedad más importante en Irak en los últimos años ha sido la firma de contratos de miles de millones de dólares con compañías petroleras internacionales para mejorar y desarrollar los campos petrolíferos del sur, cerca de Basora. En teoría, en 2017 Irak debería tener una capacidad productiva de 12 millones de barriles de crudo al día. Basora se está convirtiendo en el corazón de una gigantesca industria petrolera. La última vez que pensé en volar a Basora desde Bagdad, las líneas aéreas iraquíes dijeron que solo había un vuelo a la semana, y se desconocía el día.

El sectarismo causa hoy menos violencia que antes, pero sigue siendo políticamente dominante. En estos días previos a la retirada de las tropas estadounidenses, unas 600 personas, muchas de ellas militares y policías, han sido arrestadas y acusadas de conspirar para derribar el gobierno. Las provincias suníes ven esto como un nuevo intento de marginarles en la distribución de empleos y del poder político. Irak tiene un gobierno de coalición, pero el Sr. Maliki está actuando como ministro de Defensa, de Interior y de Seguridad Nacional. Todos los jefes de división son "comandantes en funciones" nombrados por el primer ministro. Los chiíes representan el 78 por ciento de los funcionarios de mayor rango del ministerio de Interior y el 90 por ciento de los del ministerio de Defensa. Estos, a su vez, emplean a casi un millón de soldados, policías y guardias de frontera, también mayoritariamente chiíes.

Es improbable que Irak se rompa, pues todas las comunidades tienen interés en obtener su parte de los ingresos del petróleo. La mayoría de las disputas se centran en cómo ha de repartirse el pastel de la riqueza nacional. La paranoia del gobierno sobre complots neobaazistas para dar un golpe de estado es, probablemente, exagerada (aunque un oficial me dijo que, desde que el gobierno se ha concentrado en la Zona Verde, bastaría una brigada para tomar el poder). Si se produjera un golpe militar, tendría que provenir de oficiales chiíes, que son quienes controlan las fuerzas de seguridad.

La desestabilización real de Irak requeriría, también, que los patrones extranjeros de los partidos iraquíes —como Irán, Turquía y Arabia Saudí— quisieran cambiar las relaciones de poder entre las comunidades. Y no hay indicios de tal cosa. El futuro más probable para Irak es una frágil estabilidad con un alto nivel de violencia, bajo un gobierno ineficiente y dividido.




Patrick Cockburn es autor de Muqtada: Muqtada Al-Sadr, the Shia Revival, and the Struggle for Iraq.

Traducción: Javier Villate

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