Elecciones rusas: la otra cara de la victoria de Putin

Grigori Golosov

Publicado originalmente en: A defeat in all but name, openDemocracy, 5/12/2011



Los resultados de las elecciones rusas han sido una sorpresa para muchos, y especialmente para los líderes de Rusia Unida, el presidente Medvedev y el primer ministro (pronto será presidente) Putin. Cuando escribo esto, es claro que los votos de Rusia Unida no alcanzarán el 50 por ciento. En las anteriores elecciones, obtuvo el 64,3 por ciento. Pero un resultado inesperado no es necesariamente importante. Así que, ¿es este importante?

Si nos fijamos en la situación de Rusia en términos de normalidad política democrática, la votación a Rusia Unida no puede ser considerada una derrota. Ha perdido el dominio que tenía con dos terceras partes de los escaños parlamentarios. Esto es conocido en Rusia como mayoría "constitucional", pues permite que el partido que tiene esa mayoría cambie la constitución a su antojo. Hay que decir, no obstante, que Rusia Unida no necesita esta mayoría absoluta. La constitución adoptada por Rusia en 1993, tras la derrota parlamentaria de Yeltsin, concedió poderes tan enormes al presidente y limitó tanto los poderes del parlamento que Putin tiene que estar conforme con ella tal como está. La única modificación que podría ser útil para él ya ha sido hecha: la duración del mandato presidencial ha sido ampliada de cuatro a seis años. Pero Rusia Unida ha logrado una mayoría simple, con lo que seguirá siendo la base del nuevo gobierno.

El hecho de que Rusia Unida se quedara a pocos escaños de la mayoría simple no cambiaría mucho las cosas. Los otros tres partidos presentes en el parlamento serán aquellos que ya tenían escaños en la legislatura anterior: el Partido Comunista (que ha conseguido alrededor del 20 por ciento de los votos), Una Rusia Justa y el denominado Partido Democrático Liberal de Rusia. Estos partidos están, también, en mayor o menor medida, bajo el control del ejecutivo, y algunos parlamentarios de los dos últimos siempre se han alineado más con la administración presidencial que con los líderes de sus propios partidos.

Por ejemplo, cuando hace pocos días, un grupo de parlamentarios solicitó al gobierno una investigación sobre las actividades de GOLOS, un grupo independiente de supervisión de las elecciones, uno de los firmantes representaba a Rusia Unida y los otros dos, a Una Rusia Justa y los liberales. El primero de estos partidos está dirigido por Sergei Mironov, cuyo ascenso a la gran política se debe totalmente a Putin. El segundo está liderado por Vladimir Zhirinovsky, que es conocido por su habilidad para llegar a acuerdos con el Kremlin en cualquier cuestión de cualquier importancia. Por último, las credenciales del Partido Comunista como fuerza de oposición son también bastante dudosas.

Al mismo tiempo, la conjetura de que Rusia Unida tal vez no consiga ni siquiera la mayoría simple es un tanto fantástica. El sistema electoral ruso, basado en la movilización administrativa de los votantes y en el fraude a gran escala, no puede, por definición, producir ese resultado. Al comienzo de su campaña electoral, Rusia Unida dijo que su objetivo era alcanzar el 65 por ciento de los votos. Ese resultado sería lógico en el contexto de un régimen autoritario, donde el papel jugado por las elecciones parlamentarias fuera insignificante. En este tipo de países, las elecciones cumplen una serie de funciones, todas ellas secundarias. Y una de las más importantes es la conocida como función de "señalización".

En otras palabras, se supone que los resultados electorales señalan al resto del mundo y a la población del país que la posición política del régimen es sólida como una roca. Que disfruta de un apoyo casi universal. No tanto porque su dominio sea efectivo (esto no es esencial), sino porque no hay alternativa. Los partidos de la "oposición" se ocupan de rechazar, más que de atraer, a los votantes. Este es el juego que los gobernantes de Rusia han intentado jugar también en esta ocasión, pero han perdido, porque los votantes rusos rechazaron jugar con sus reglas.

A lo largo de toda la campaña electoral, los medios rusos en internet (los únicos que no están completamente controlados por el gobierno) llevaron a cabo una campaña instando a los rusos a que votaran a cualquier partido que no fuera Rusia Unida. Por supuesto, no hay que exagerar la influencia de internet en Rusia. Baste decir que el día de las elecciones, el 4 de diciembre, los principales medios liberales de internet (los sitios web del periódico Kommersant, la revista Nuevos Tiempos y la radio Ekho Moskvy, así como el influyente sitio Slon.ru) fueron inaccesibles después de sufrir los ataques de hackers desconocidos. Pero esta campaña tiene, evidentemente, efectos a largo plazo. De momento, fue capaz de suscitar una respuesta de una parte importante del electorado, que votó a otros partidos, a pesar de sus patentes defectos, convirtiéndose en un fenómeno mucho más general que en 2007. El gobierno no se esperaba esto. Pero ha sucedido.

Rusia Unida ha sufrido serios daños psicológicos, que superan de forma significativa su victoria técnica. En primer lugar, las grandes ciudades le retiraron su apoyo: no solo Moscú y San Petersburgo, sino también Novosibirsk, Yekaterinburg y muchas otras. En segundo lugar, perdió el apoyo de regiones con mayoría étnica rusa: sus éxitos más destacados se dieron en zonas con una concentración de grupos étnicos minoritarios. Aparecer como un partido provincial y no ruso no es la mejor de las reputaciones. Pero lo más importante es que el mito de la omnipotencia de Rusia Unida, su capacidad para barrer a sus rivales, ha volado por los aires. Las elecciones han enviado una señal, tal como se esperaba. Pero el mensaje no ha sido el esperado por los gobernantes del país. Por primera vez en un largo periodo de gobierno autoritario, los ciudadanos se han dado cuenta de que pueden cambiar las cosas. Y eso es un resultado importante.



Grigori Golosov es profesor de Ciencias Políticas y director de proyectos del Centro Helix para la Democracia y los Derechos Humanos de San Petersburgo.

Traducción: Javier Villate

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