Democracia y mayoría

Me cuento entre quienes estamos insatisfechos, tal vez profundamente insatisfechos, con la democracia realmente existente. Por ejemplo, con la democracia española. Quiero dejar claro que no soy partidario de la democracia directa. No me gustan los procesos que dificultan la reflexión, y la democracia directa, hablando en términos generales, se presta mal a los procesos de reflexión colectiva; no digamos a las negociaciones y los acuerdos transversales. Otra cosa es que me parezca bien introducir y utilizar elementos de democracia directa en nuestros sistemas actuales. Me parece bien. Hace poco leí un artículo de Javier Madrazo que me gustó. En él nos contaba cómo hacen uso de los referéndums los suizos. Madrazo es partidario de seguir el ejemplo suizo. Yo también. Pero no es de esto de lo que quería hablar.

Entre las numerosísimas definiciones que se han dado de la democracia liberal, algunas hacen hincapié en que es el gobierno del pueblo por medio de sus representantes; es decir, el gobierno de la mayoría. Otros dicen que eso es insuficiente, porque es necesario respetar los derechos de las minorías, sin lo cual la democracia podría convertirse en un sistema autoritario. Ejemplos de esto hay muchos en el mundo. Pero, ¿qué sucedería si, aunque se respetasen los derechos de las minorías, no gobernase la mayoría? Vaya lío, ¿no?

Entre 1977 y 1979, UCD gobernó con el voto del 26 por ciento del electorado. Entre 1979 y 1982 lo hizo con el apoyo del 23,3 por ciento. El PSOE gobernó desde 1982 con el voto del 37,7, 30,6, 27,4 y 29,5 por ciento en las sucesivas legislaturas hasta 1996. A partir de esa fecha, el PP nos mandó con el apoyo del 29,9 y del 30,4 por ciento. Finalmente, el PSOE de Zapatero lo ha venido haciendo con el voto del 31,9 y del 32,2 por ciento del electorado. No hay lugar a dudas. No hay gobierno de la mayoría. Ha gobernado siempre una minoría. Pero todo el mundo prefiere ignorarlo y los entusiastas --¡qué decir de los fanáticos!-- de los partidos ganadores te miran por encima del hombro y con la sonrisa displicente de quienes se sienten vencedores y legitimados. ¡Infelices!

La modestia brilla por su ausencia y, en cuanto viene a cuento, te dicen eso de que han ganado las elecciones. Ya está. Arreglado. Su argumento es el mejor, aunque sea el peor. Como si la fortaleza de un argumento tuviera algo que ver con el número de votos. Pero es que, además, su argumento es compartido, en el mejor de los casos, por una minoría, la minoría más grande, pero minoría al fin y al cabo. Por cierto, la ley d'Hont no hace más que empeorar las cosas. No es más que un truco ingenioso para que las minorías más grandes se conviertan, por arte de birlibirloque, en mayorías parlamentarias. Aunque a veces no consigue ni eso.

En fin, que ni siquiera por intermediación de los representantes gobierna el pueblo en nuestras democracias. Gobernar, gobernar, lo que se dice gobernar, gobierna una minoría que ha sido elegida por otra minoría. Decididamente esto hay que mejorarlo.

Cuando digo que hay que mejorarlo quiero decir eso: partir de lo que hay y promover algo mejor. No el sistema ideal ni utópico. Eso lo dejo para los ingenuos y para los malos filósofos. Pero digo, también, que no nos podemos conformar con la chapuza actual. Menos aún con los discursos "legitimadores" que se autoengañan y llaman blanco a lo que es gris, pretendiendo --y consiguiendo, generalmente-- engañar a todo pichichi que no quiere que le descalifiquen como antidemócrata. ¡Cuesta tanto reconocer las humildes verdades de hecho!

Bien. Podríamos empezar por cargarnos el sistema d'Hondt de marras y sustituirlo por un sistema estrictamente proporcional. Será difícil porque es defendido, ¡cómo no!, por los partidos políticos que se benefician del mismo: léase PSOE y PP. De esa forma, las mayorías parlamentarias se corresponderían con mayorías entre los votantes (que no entre el electorado, pero algo es algo). Se podría seguir el consejo de Madrazo de favorecer los referéndums y demás recursos de democracia directa. Estaría bien, además, promover sistemas de participación ciudadana. Por ejemplo, con este asunto de la crisis económica actual, muchos gobiernos han decidido establecer controles sobre las instituciones financieras. Pues bien, sugiero que podrían crearse organismos encargados de ejercer ese control o de ayudar al gobierno en ese control, en los que tuvieran participación asociaciones e instituciones interesadas de la sociedad civil: esto daría más transparencia a los controles y más sabiduría, pues cuantos más intereses y puntos de vista se tomen en cuenta a la hora de realizar esos controles, mejor, más fácil será dar con criterios sensatos y eficientes.

Dejo para otra ocasión una reflexión sobre los partidos políticos, instrumentos de participación ciudadana que han sido útiles y funcionales, pero que hoy en día dificultan más que favorecen esa misma participación. Son un obstáculo para mejorar la democracia.

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